La tristeza también es acogedora,
Te envuelve en sus redes y atrae la nostalgia.
No ves más allá del dolor.
Hueles que la acidez de la desazón y la pesadez de un tiempo vacío de risas es el aroma que perfuma tu entorno.
Ves venir la desesperanza y como el cielo es gris cuando los demás pasean su alegría delante de ti extrañándose de que tú no rías.
Algo que no entiendes porque es nuevo y que sólo notas que duele, se va acercando y que nada puede evitarlo.
Tú, sin querer, lo llamas a pesar de que lo quieres ver lejos.
No está en tus manos porque te atrapó la tristeza.
En su acogedor regazo posas la cabeza y cierras los ojos.
Ves que vas hundiéndote y no haces nada por evitarlo porque es más fácil perder que luchar para ser derrotado.
La pelea es desigual: tú estás sólo; ella tiene detrás un ejército de seres dominados que le otorgan el poder de dominar hasta los colores vivos que podrían levantar tu ánimo.
Deja en libertad los grises y fríos.
El invierno sustituye a cualquier primavera y nada es verde esperanza ni amarillo sol y luz que podría enervar tus sentidos y liberar el alma.
La melancolía es tu estado permanente y
en él te sientes feliz.
Es todo lo que puedes disfrutar.
Igual que el preso anhela el paseo circular en el patio.
Lo mismo que el esclavo espera el sueño porque ahí será libre.
Como el asno que da vueltas a la noria y sólo espera que lo suelten para ir de bruces al río o meter su hocico en el costal, la paja: su premio.
Es lo que puedes esperar cuando la tristeza te llama y no sabes decir que no.
Porque lo estás haciendo y al mismo tiempo tus ojos miran con anhelo la atadura de las lágrimas.
Y no sabes por qué; pero no cesas de preguntártelo.
A veces quería reír y lloraba como un niño. Así llevaba un tiempo, el mismo que hacía que volvieron los fríos, la lluvia y el viento gélido del norte. Los neveros le anunciaban el principio de un largo invierno. Y él lo relacionó con el comienzo de una temporada en que su tristeza tendría la compañía de los colores grises y la noche temprana.
No era el tener conciencia de esa situación lo que le llevaba a no poder disfrutar de un momento de sosiego.
(Eduardo Fernández)
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